H oy es el día, mi cumpleaños, mi 100 cumpleaños. Llevo tiempo preparando todo para que sea especial. Repaso la lista de invitados y compruebo que todos han recibido el pase, habrá juegos y premios lo suficientemente suculentos para que todos acudan al punto de encuentro con sus mejores “trajes”. Espero a mis mejores amigos y algunas celebridades que consigan que me den el certificado Platinum de los centenarios. Es la hora, entro en la ubicación señalada, el láser filtrado en un amplio espectro de luz crea expectativas a lo que vendrá a continuación. Oigo ya las voces de fondo, me muevo despacio por la penumbra del pasillo, saboreando el momento de presentarme en el escenario. Aparezco en el local, un ring en mitad de la discoteca, el público me aclama. Subo al cuadrilátero recorriendo las cuatro esquinas como en una antigua velada de boxeo. “Pit, Pit, Pit,” … el recinto resuena con mi nombre. Una hermosa joven sube al ring con un documento en la mano, me entrega el pergamino junto co...