L a noche se estaba apagando, los clientes habituales apuraban las últimas copas alargando conversaciones que ya no daban para más. Tal vez, no querían acabar el día sobrios para no darse cuenta que había transcurrido un día más sin ser nadie, o tal vez no querían volver a casa porque no tenían con quien estar o porque no sabían convivir con los que sí estaban. Hasta hace pocos meses Jana era una de ellos, cuando la fiesta y las fuerzas empezaban a decaer, ella incitaba a la conversación fácil o invitaba a la última copa, no quería llegar a ningún sitio porque no había ningún sitio al que llegar, su pequeño apartamento en las afueras no podía considerarse un hogar, ni las arañas buenas compañeras, por eso Jana alargaba la noche. La barra del bar y los clientes era lo más parecido a la familia que nunca tuvo. Pero su suerte cambió cuando conoció a Luca. Nunca creyó que el destino cruzara a alguien en su camino, pero allí estaba él. Luca, con su corte de pelo loco, sus ojos estrábicos co...