Ir al contenido principal

El ÚLTIMO CLIENTE

La noche se estaba apagando, los clientes habituales apuraban las

últimas copas alargando conversaciones que ya no daban para

más. Tal vez, no querían acabar el día sobrios para no darse

cuenta que había transcurrido un día más sin ser nadie, o tal vez

no querían volver a casa porque no tenían con quien estar o

porque no sabían convivir con los que sí estaban. Hasta hace

pocos meses Jana era una de ellos, cuando la fiesta y las fuerzas

empezaban a decaer, ella incitaba a la conversación fácil o

invitaba a la última copa, no quería llegar a ningún sitio porque

no había ningún sitio al que llegar, su pequeño apartamento en las

afueras no podía considerarse un hogar, ni las arañas buenas

compañeras, por eso Jana alargaba la noche. La barra del bar y los

clientes era lo más parecido a la familia que nunca tuvo. Pero su

suerte cambió cuando conoció a Luca. Nunca creyó que el destino

cruzara a alguien en su camino, pero allí estaba él. Luca, con su

corte de pelo loco, sus ojos estrábicos corregidos por unas gafas

de patillas de colores y una sonrisa luminosa le hacían del todo

irresistible. Lo suyo fue un amor a primera vista, apasionado y

apremiante. Ahora, no sólo caminaban juntos sino que dentro de

unos meses serían uno más, su prueba de embarazo había dado

positiva. Jana ya había encontrado un motivo para regresar a casa

y tenía prisa para hacerlo.

Estaba recogiendo las sillas para evitar que se sentara algún

despistado de última hora, quedaba únicamente la mesa de los

jugadores de cartas que no tardarían en levantarse cuando la

puerta se abrió. Jana miró con fastidio hacia la entrada, estaba

dispuesta a no dejar pasar a nadie, fuese quien fuese, pero miró el

reloj y aún quedaban treinta minutos para la hora oficial de cierre.

Un hombre con el pelo teñido de mil colores recorrió el salón

mirando nervioso para todos los lados y luego para abajo

escondiendo su rostro bajo un cabello largo que cubría sus

hombros. Se sentó en un taburete de la barra sin mover un solo

músculo en espera de ser atendido. Jana tardó un poco más de lo

necesario en colocarse detrás del mostrador e interesarse por el

recién llegado.

- Te advierto que en menos de media hora cerramos. Así que

lo que desees tomar que sea rápido

El hombre se quedó mirando fijamente a la camarera que tuvo

tiempo para contemplar al extraño, el rostro blanco casi albino y

sus ojos grises con un brillo por capas le daban un aspecto irreal.

- Me necesitas más que yo a ti – dijo el hombre acercándose a

la cara de Jana invadiendo su espacio.

Jana sintió como una bocanada de vaho cargado de alcohol

y tabaco penetraba por su nariz, acostumbrada a tratar con

este tipo de clientes apartó al hombre con un golpe seco en

el pecho, asegurándose con la mirada que el bote de gas

pimienta y el bate de béisbol seguían a mano.

- ¿Algún problema Jana? – se escuchó desde la mesa de

jugadores.

- Ninguno, venga ir terminando. ¿Y tú que quieres?- se

dirigió al recién llegado - bebe rápido que voy a cerrar

- Dame cualquier cosa que lleve alcohol y escúchame, que

voy a contarte una historia.- respondió el hombre del pelo a

colores rebajando el tono con el que había tratado a Jana

- ¿Por qué habría de escuchar yo ninguna historia, y menos

viniendo de alguien que apesta a whisky barato? – Jana

seguía alerta

- Porque te va la vida en ello – Esta vez la voz del hombre

había cambiado definitivamente transformándose en una

súplica.

Jana percibió algo en la nueva forma de mirar y expresarse del

hombre que la removió por dentro.

- Venga, cuenta ya esa historia pero que sea corta – dijo

mientras le servía un vaso cargado de un licor ambarino –

prueba esta copa que será lo mejor que tomes en tu vida.

El hombre dio un largo sorbo al trago que le sirvió Jana, se

relamió los labios y comenzó a contar la historia que prometió

corta.

- Allá por el siglo dieciséis, un diez de Enero, tal día como

hoy, una mujer de nombre Lizet entró en una taberna, estaba

empapada por la lluvia, con el vestido rasgado y pidiendo

ayuda, unos maleantes habían atracado la caravana donde

viajaba junto a su padre, un conocido tratante, en busca del

dinero del negocio. Su padre negó que tuviera ningún dinero

y fue acuchillado hasta la muerte. De repente todas las

miradas se fijaron en la joven. Seguro que ella portaba las

ganancias del día – El recién llegado al bar detuvo la

narración, su rostro denotaba una pena inmensa. Empezó a

moquear y toser

- Tranquilo, bebe un poco y continua – se apresuró Jana a

calmarle

- Los asaltantes se cebaron con la chica: la golpearon,

escupieron y rompieron sus vestiduras. La pincharon con

sus espadas, marcando su pecho con tres grandes cruces que

le hicieron sangrar. No encontraron el dinero porque no

existía ese dinero y eso enloqueció más a los bandidos. Iban

a destrozarla, en ese momento Lizet desesperada alzó sus

manos ensangrentadas e imploró al cielo.

Sucedió en un minuto, un enorme rayo desgarró la noche,

un caballo se desbocó y empezó a dar coces al aire dejando

malherido a uno de ellos. Los bandidos se quedaron

paralizados, momento en que la joven aprovechó para huir.

Pasados unos minutos, uno de ellos reaccionó “¡es una

bruja, es una bruja!” Y al grito de “hay que quemarla”

fueron a por ella.

La joven tuvo tiempo para llegar a un pueblo y entrar en la

taberna. Sus gritos sonaban desesperados “vienen a por mi

quieren matarme” “necesito ayuda” tenía la cara

desencajada, parecía haber sido atacada por una jauría de

perros. Los pocos clientes que estaban en la taberna se

volvieron hacia la joven que acababa de aparecer, el

asombro pasó a otras miradas más lascivas, no había

muchas mujeres por allí y menos tan guapas y

desprotegidas, se les presentaba una buena ocasión. Sólo el

tabernero parecía sensible a los gritos de auxilio de Lizet.

“¿Quién viene a por ti?” preguntó. Balbuceando la joven

intentó explicar lo que había pasado. Una voz resonó desde

el fondo de la taberna. “Vamos a terminar el trabajo”. Tres

hombres se levantaron de sus asientos en busca de la chica

cuando se escuchó el tumulto desde el exterior. “La bruja ha

entrado en la taberna”.

Todo sucedió muy deprisa. El tabernero agarró a Lizet de la

mano y la escondió en una especie de zaguán que tenía en

las cocinas. Un tropel de hombres entró en la taberna

portando antorchas, palos y cuchillos. “¿Dónde está la

bruja?” gritaron. “Aquí no ha entrado nadie, os equivocáis”.

“Eso no es cierto”, voceó uno de los clientes del bar, “está

en las cocinas”, señaló al tabernero y dijo que él mismo la

ha escondido allí.

El tabernero corrió hacia adentro y atrancó la puerta que

comunicaba con la sala principal. Sabía que sólo ganaba un

poco de tiempo, lo suficiente para subir a la chica a la

azotea. “Salta de tejado en tejado tres casas, luego baja y

huye hasta el río por donde se pone el sol, allí perderán tus

huellas. No pierdas tiempo es tu única oportunidad”.

El tabernero entretuvo a los bandidos con las argucias que

le daban sus muchos años tratando con tipos semejantes.

Pero al final estos se cansaron, le encerraron en la cocina y

prendieron fuego a la taberna con su dueño dentro.

Lizet paró un momento en su huida. Se volvió hacia el

pueblo y vio como la taberna se convertía en una pira

demencial. Siguió corriendo con lágrimas en los ojos por el

hombre que la había ayudado.

El hombre del pelo a colores suspiró, terminó de un trago

la copa de licor que quedaba aún en su vaso.

- ¿Ya está? – preguntó Jana sorprendida - ¿Esa es tu historia?

- Si, ya está, me dijiste que contara la versión corta y he ido a

lo básico

- Pues ya estás tardando en largarte.

- Sólo una cosa más y me voy, yo tampoco puedo permanecer

mucho tiempo aquí – el hombre se quitó la camiseta, separó

el pelo de su torso y dejó ver tres enormes cicatrices con

forma de cruz que cruzaban su pecho – Yo soy Lizet

Jana miró al pecho del hombre desconcertada

- Y tú tienes la espalda marcada a fuego – añadió

señalándola con un dedo

- Es verdad que tengo cicatrices muy feas cruzando mi

espalda. Según mi madre son de nacimiento

- Tú misma

- ¿Eso me convierte en el tabernero que ayudó a Lizet, o

mejor dicho a ti, a escapar de los malos?

- Exactamente es así.

- ¿Y por qué me lo cuentas ahora?

- Para que salves tu vida y la de la hija que llevas dentro. Es muy

importante que lo hagas, de ella depende el futuro y para ello

debes irte ya , esta misma noche la ciudad va a ser arrasada por

un terremoto, morirán todos

- ¿Y por qué no avisas y que se salven?

- No lo puedo hacer

- ¿Por qué no lo puedes hacer?

- No hay tiempo para eso.

- ¿Y por qué me avisas a mí?

- Porque te la debía y porque tu hija es el futuro de la humanidad.

 Se agota el tiempo Jana vio como el hombre salía del bar, tenía tanta prisa que no se puso ni la camisa que quedó en el mostrador. 

La recogió y su primer pensamiento fue que se había ido sin pagar, era uno de aquellos charlatanes que aprovechan cualquier ocasión para tomarse una copa gratis. Las cicatrices las había podido ver en sus redes sociales, allí si las había mostrado.

Definitivamente era un chalado, un caradura más pero había que reconocerle su originalidad. Un pequeño temblor casi imperceptible la hizo estremecer, la camisa del hombre desapareció de repente de sus manos. Se le hizo un nudo en el estómago y en la garganta, Jana pensó en Luca y en la hija que llevaba dentro y corrió como quien ha visto al diablo.


Comentarios

Entradas populares de este blog

EL BAZAR

D esde que construyeron la autopista cada vez pasaba  menos gente por el pueblo,  lo que  suponía un hándicap para la mayoría de personas, no lo era para Shazia. Ella buscaba un lugar fértil para poder cultivar  su huerto y sosegado para reposar su alma, pero tampoco podía estar muerto, la intención era  montar  un bazar y para ello tenía que estar habitado, en un primer vistazo parecía el pueblo ideal. Otra cosa era la opinión de su hijo Mayan,  a sus 21 años seguía estando con ella, aunque no entendía muy bien su filosofía y se quejaba de sus decisiones sobre los emplazamientos que elegía para vivir, por él estarían en grandes ciudades donde pudiera relacionarse con otros jóvenes de su edad. Mayan siempre se juraba así mismo que esta sería la última vez que seguiría a su madre, pero cuando la miraba a la cara sabía que no podría separarse de ella, aunque esta vez no sucedió, no sonó  esa vocecita que le repicaba en la cabeza diciéndo que debía c...

WWW.CAMBIARÁTUVIDA

  ¿Cómo he llegado hasta aquí? Los recuerdos se amontonan en mi cabeza, intento poner un poco de orden en mis pensamientos aunque me chirría la cabeza del esfuerzo. Me puedo acordar de la conversación que mantuve con mi jefa y de la actitud impasible y compasiva de los compañeros siguiendo mis pasos con frialdad mientras me iba. Crisálida fue la única que me transmitió un poco de calor. La puerta de salida da la impresión de lejanía, como si hubiera un mundo de distancia desde la oficina al exterior. La luminosidad me ciega y tengo que taparme los ojos, hasta ahí mis recuerdos de ese momento. Ahora me encuentro envuelto en una especie de red con poca movilidad, intento controlar mis emociones y centrarme en mi propio yo como había aprendido en el curso. Me concentro en la respiración y activo mis nuevos sentidos dejando fluir la memoria hasta que se detiene en un punto determinado.  Me llamo Gaspar, un nombre poco común, pero al parecer a mi madre se le apareció un hombre peli...