¿Cómo he llegado hasta aquí? Los recuerdos se amontonan en mi cabeza, intento poner un poco de orden en mis pensamientos aunque me chirría la cabeza del esfuerzo. Me puedo acordar de la conversación que mantuve con mi jefa y de la actitud impasible y compasiva de los compañeros siguiendo mis pasos con frialdad mientras me iba. Crisálida fue la única que me transmitió un poco de calor. La puerta de salida da la impresión de lejanía, como si hubiera un mundo de distancia desde la oficina al exterior. La luminosidad me ciega y tengo que taparme los ojos, hasta ahí mis recuerdos de ese momento. Ahora me encuentro envuelto en una especie de red con poca movilidad, intento controlar mis emociones y centrarme en mi propio yo como había aprendido en el curso. Me concentro en la respiración y activo mis nuevos sentidos dejando fluir la memoria hasta que se detiene en un punto determinado.
Me llamo Gaspar, un nombre poco común, pero al parecer a mi madre se le apareció un hombre pelirrojo antes de dar a luz y empezó a oler a incienso por toda la habitación del hospital, ella por supuesto lo asoció con uno de los magos de oriente y yo que iba para Raúl como estaba planeado en un principio y que yo hubiera preferido, me quedé en Gaspar. Ahora eso da lo mismo, desde hace un año todos me llaman Hirundíneo que viene a ser lo mismo que sanguijuela. Estaba perdido en la vida como cualquier joven de veinticinco años, había estudiado, trabajado; y estudiando y trabajando a la vez, saqué mejor nota de camarero que de derecho, aunque la verdad es que no me llenaba ninguna de las dos profesiones y las abandoné. Una mañana cualquiera de esas que estaba enganchado a las redes sociales, perdiendo el tiempo viendo vídeos sin trascendencia, en mi pantalla saltó un anuncio de los muchos que pululan por la red intentando captar adeptos a cambio de promesas de dinero rápido sin levantarse del sofá. No sé explicar muy bien, tal vez fuera la intuición o algo subliminal, pero este era especial aunque en principio tenía todos los estereotipos para ser como los demás. Una chica joven de rostro y cuerpo perfectos caminaba por un paraje natural demasiado perfecto para ser real. Explicaba con su voz aterciopelada que este vídeo había llegado a ti porque eras uno de los elegidos y cambiaría tu vida. Iba a clicar en el icono de “saltar publicidad” pero mi curiosidad se impuso, aún no habían dicho en qué consistía su oferta ni qué demandaban, dejé que siguiera un poco más. La chica seguía paseando por su jardín idílico sin decir nada mientras en la parte de abajo aparecía a flashes un número de teléfono. Al tercer fogonazo me dí cuenta, el número de móvil coincidía con el mio salvo en la última cifra, me quedé perplejo, sería una coincidencia, volví mi cara de nuevo hacía el anuncio, había aparecido en escena un hombre apuesto con el pelo canoso que acrecentaba su atractivo, cogió de la mano a la joven y sucedió lo más asombroso. Ella me miró directamente a los ojos, ya sé que sólo era una imagen, pero sentí sus ojos clavados a los mios, sobre todo cuando dijo “esto es lo que buscabas” , se estaba dirigiendo directamente a mi conciencia. Luego tomó la palabra el hombre y ahí me dejó muerto con sólo una frase “LLama ahora Raúl” . El vídeo terminó y despareció, cuando salí del shock intenté buscar de nuevo el anuncio de todas las formas posibles que se me ocurrieron pero se había desvanecido.
Dudé, di cien vueltas a la habitación, me duché con agua caliente restregándome con fuerza la cabeza con una esponja de púas, tenía la esperanza de aclarar mis ideas, o más bien de que desaparecieran. No lo conseguí. Llamé al número. Me contestó una voz automatizada de mujer que después de darme la bienvenida me leyó mis derechos relacionados con la protección de datos como si estuviera detenido en una comisaría. Después de la letanía legal solicitó mis datos personales, una vez los obtuvo - hubiera recitado mi árbol genealógico si me lo hubiese pedido, con tal de no pasar de nuevo por el interrogatorio - me puso en espera hasta que me atendiera uno de sus maestros, así los denominó. Puse el altavoz del teléfono, por el que se desprendía una música sosa, adormecedora y repetitiva. Pensé que la habrían sacado de una play- list titulada “música de ascensor". Me estaba quedando amodorrado. ¡Buenos días Raúl! Me desperté de golpe. <<Soy Silvestre, tu nuevo conductor de experiencias >> . Le dije que mi nombre era Gaspar y que me gustaría saber en qué consistían esas experiencias. El me emplazó para las nueve de la mañana en su sede, allí obtendría respuesta a todas mis preguntas. Se despidió con un <<no te arrepentirás>> y sin dejarme opción, sonó el pitido intermitente de llamada finalizada. Silbando o tarareando constantemente el soniquete de la melodía de ascensor que tenía metido en las entrañas y preguntándome que clase de nombre era Silvestre pasé el día dando vueltas por la casa o tumbado, esperando que llegase la mañana siguiente. Esta vez no intenté plantearme los mil argumentos que hubiera tenido para no presentarme, no luché, era una batalla perdida. Iba a ir.
Cansado de deambular por casa decidí ponerme en marcha. Me vestí con mis mejores galas, osea sudadera sin dibujos y vaqueros sin agujeros, me eché una cazadora antes de salir porque las madrugadas aún eran frías. La oscuridad invadía las calles, no me importaba, el aire fresco y los últimos estertores de la noche me vendrían bien, sabía perfectamente dónde dirigirme pero prefería dar algún rodeo antes de llegar, el andar me limpiaría de toda la maraña de pensamientos que se agolpaban en mi mente. Al ver como los bares más tempraneros empezaban a abrir supe que era la hora de encontrarme con el destino. Faltaba más de una hora cuando llegué al sitio, justo enfrente una cafetería atendía a sus primeros clientes. Entré y pedí un café con unas tostadas, me senté al lado del ventanal desde donde podía ver la entrada a la sede de la empresa. Pregunté al chaval que me sirvió el desayuno si conocía a alguien de los cursos que se impartían enfrente. << Llevó aquí una semana>> fue su única respuesta. A las ocho y media unas cuantas personas se acumularon en la puerta, pude contar hasta diez , aunque no pude distinguir sus caras. Una lluvia fina había empezado a caer y todos habían abierto sus paraguas. A las nueve menos cuarto vi llegar a la primera persona identificable como alumno gracias a la vestimenta muy distinta a la de los que habían llegado antes. Era el momento de descubrir qué había detrás de todo esto. Pagué y me dirigí al edificio no sin antes sufrir las últimas dudas. La recepcionista, una chica de rasgos asiáticos y cara espabilada, tomó mis datos y me condujo hasta una sala de reuniones donde varias personas esperaban entretenidos con sus móviles a que empezara el acto. Poco a poco se fue llenando hasta que se completo el aforo. Pensé para mí mismo que si eramos engañados, yo no sería el único. “Consuelo de tontos”. Llegó la hora, una mujer y un hombre subieron al estrado, eran las dos personas que aparecían en los vídeos promocionales, y para mi sorpresa eran de carne y hueso, hubiera apostado por robots avanzados o cualquier holograma generado con inteligencia artificial. Sus discursos no variaron mucho de los pregonados habitualmente en cualquier curso de motivación o captación de adeptos, abundaban palabras como oportunidad, empatía, trabajo en equipo, valoración, autoafirmación, zona de confort, resiliencia y esas cosas que por manidas habían perdido ya gran parte de su sentido, a pesar de ello el efecto en los asistentes era intenso, solo había que escrutar sus rostros. Pero algo más ocultaban esas palabras porque yo también me vi envuelto en ese eter extraño que desprendían los mensajes, hasta perder por un momento la consciencia de mí mismo.
Al final nos separaron en grupos llamándonos por nuestro nombre e invitándonos a ir a una habitación según una elección en la que no tuvimos ni voz ni voto. Ya dentro de lo que iba a ser nuestro aula comprobé que nuestro equipo iba a estar formado por tres mujeres y tres hombres incluido yo, también pude observar que a simple vista tendríamos aproximadamente la misma edad. Entró en escena un nuevo coach que se presentó como Silvestre, al fin le puse cara al personaje que me había atendido por teléfono la primera vez, él sería nuestro nuevo conductor de experiencias, como ya me anticipó en la conversación. Silvestre nos pidió que nos presentáramos para a continuación decirnos que sería la última vez que lo hiciéramos por nuestros nombres de pila ya que en este curso nos rebautizaríamos y tendríamos unos nuevos, para ello el primer paso sería poner nombre al grupo, nos invitó a proponer ideas. El silencio duró unos segundos, nadie quiso tomar la iniciativa, al final un chico delgado y desgarbado dijo “gusanos”, todos le miramos con el gesto torcido, era un nombre feo y causaba un poco de repugnancia, sin embargo a Silvestre le pareció interesante y con muchas posibilidades, le preguntó al chico desgarbado por qué lo había elegido y este le respondió que a él le atraían los gusanos que podía pasarse horas en internet observándolos concluyendo que en el fondo nos parecíamos mucho a ellos. En vista del entusiasmo demostrado por el maestro nadie se atrevió a proponer otro nombre y “gusanos” quedó establecido como nombre oficial del equipo. El siguiente paso era nominar a cada miembro con un apelativo relacionado con los bichejos y para ello de nuevo el elegido fue el propio chico desgarbado. Yo fui el primero en ser bautizado me cayó Herundíneo porque le parecí un chico culto de esos que saben latín, aunque cuando investigué su nombre común “sanguijuela” dudé de su explicación, pero nunca conseguí la respuesta. La siguiente fue luciérnaga una chica con cara luminiscente, con ella sí acertó, luego fue ciempiés un chaval que según el desgarbado tenía pinta de salir corriendo, luego vino crisálida a una muchacha que estaba a punto de salir del cascarón y lombriz a la que siempre se esconde y sale a la luz cuando menos lo esperas. Faltaba él pero dijo que para sí no tenía nombre y Silvestre le puso larva por ser el origen del nombre. El resto de la jornada la dedicamos a juegos interactivos para unir al equipo y a hacer test individuales. En la parada del almuerzo pude conocer a personas de otros grupos, desde luego el director del “casting” era muy eficiente, los integrantes de los distintos equipos a primera vista eran tan homogéneos que daban la impresión de conocerse de toda la vida. Tengo que reconocer que a mí me pasó lo mismo, al final del día ya me sentía un verdadero gusano, aunque no supiera todavía de qué iba esta historia ya estaba deseando levantarme de nuevo a ver que me deparaba la nueva jornada.
Lo más significativo del segundo día fue la definición de un objetivo común. Silvestre propuso averiguar qué tareas de las que realizaban eran beneficiosas para los humanos. Como era de esperar, Larva nos dio una clase magistral de los beneficios intrínsecos de los gusanos en su relación con los humanos. Silvestre nos conminó a elegir una de las muchas opciones citadas por Larva. Lombriz, ya muy metida en su papel fue la que tomó la decisión, corroborada por el resto, que la labor de los gusanos en la mejora de los subsuelos creando una red de canalizaciones para el agua y el florecimiento de flora y plantas de consumo humano en el exterior, a través de los nutrientes aportados a la tierra donde habitaran, fuera el objetivo del grupo. Silvestre con un golpe simulado de mazo, sentenció que la propuesta de Lombriz se convertiría en el proyecto final. Por lo demás el día transcurrió como el anterior con juegos y test, eso sí cada vez más intensos y complicados.
Con el tiempo, pensábamos más como gusanos y menos como humanos. El equipo se convirtió en un sólo cerebro al cual cada uno aportaba sus neuronas. Creo que yo era el que tenía más dudas, eso de aportar nutrientes a la tierra intuía que conllevaba entregar nuestra propio cuerpo como alimento, pero tal vez fueran conjeturas mías y en todo caso que más daba, al fin y al cabo el cuerpo terminará entregado a la tierra. Mi relación con el resto del grupo era buena, sobre todo con Crisálida con la que había establecido cierto vínculo afectivo, de vez en cuando hacíamos “patitas” como nos gustaba llamar a nuestros pequeños tonteos amorosos. Por su parte Luciérnaga con Ciempiés y Larva con Lombriz parecían también encajar a la perfección. Mis dudas las compartía con todo el equipo, pero mis temores solo los conocía mi amiga especial.
Llegó el día de la evaluación. Todos los alumnos nos volvimos a encontrar en la gran sala de reunión a esperar algún tipo de veredicto. Sentados en pequeños pupitres aguardamos el momento en que hablaran los maestros para darnos las explicaciones de la utilidad del curso que había ocupado nuestras vidas en los últimos meses. En realidad esto no sucedería del todo. Los portavoces de los Conductores de experiencias, de nuevo el hombre y la mujer “perfectos” encargados de la presentación el primer día, tomaron la palabra. Nos dieron las gracias por nuestra participación y dedicación extendiéndose en lo importantes que íbamos a ser en el nacimiento de una nueva era gracias a la formación recibida, en la cual habíamos conseguido o aumentado nuestras capacidades.
Llegó el momento del dictamen donde el jurado daría a conocer el nombre de los tres equipos ganadores. El hombre perfecto carraspeo para atraer la atención de los alumnos, se acercó al micrófono y sin más preámbulos anunció el nombre de los Halcones como el primer equipo elegido por sus aptitudes para perimetrar áreas, hacer prospecciones y encontrar recursos imprescindibles para el desarrollo de la actividad humana que permitan la habitabilidad de nuevos territorios. Tras los aplausos de turno, le tocó el turno a la mujer perfecta, tomó el micrófono en sus manos paseo por la tarima y cuando obtuvo toda la atención anunció al segundo grupo Los búhos en su speech hizo hincapié en la disposición del equipo a encontrar soluciones prácticas y eficaces a cualquier problema que surja de la actividad realizada así como ofrecer intermediación en los distintos puntos de vistas que pudieran emanar de dicha actividad. Nuevos aplausos con los componentes del grupo mano en alto saludando en señal de triunfo.
Solo quedaba un grupo por elegir y mi cabeza giraba entre el orgullo de ganar y el deseo de regresar a mi anterior vida, aunque esto último me lo decía engañándome a mi mismo con el fin de aliviar la posible decepción - un ochenta y cinco por ciento de no ser elegidos en una estimación rápida - pensé que no había sido tiempo tirado a la basura, que había aprendido mucho, que había hecho nuevos amigos, que salía reforzado con la experiencia, en fin las excusas del perdedor. Mi cerebro estaba en plena ebullición cuando escuché la palabra gusanos, tardé un poco en reaccionar, la voz del hombre perfecto resonaba como un eco lejano “la elección de este equipo es la más importante porque ellos generaran la vida”.
Me levanté unos segundos más tarde que mis compañeros, había perdido la noción del lugar donde me encontraba, sacudí la cabeza, nunca había ganado a nada, sentí los brazos de los otros gusanos alrededor de cuello y mi cintura. Exploté. La euforia era una sensación que no había experimentado en mi vida y me hizo sentir libre. Grité, salté, abracé y besé. Tanto sentimiento reprimido me hizo volverme un poco loco, hasta el punto de necesitar ayuda para volver en mí.
Después de mi espectáculo, las aguas volvieron a su cauce. La mujer perfecta recogió el testigo de su compañero y nos dio las instrucciones a seguir. A partir de ahí nuestra vida estaría totalmente a disposición del proyecto, los equipos ganadores trabajaríamos junto a unos técnicos bajo la supervisión de un jefe, se nos suministraría comida, vestimenta y todas las opciones de ocio que pudiéramos desear, eso sí, sin salir al exterior ni tener contacto con ellos, nuestros móviles y cualquier otro dispositivo quedarían “confiscados” a partir de ese momento. Una inteligencia artificial se ocuparía de mantener tranquilas a nuestras familias. El resto de participantes en el curso, los que no estaban en los equipos ganadores, podrían elegir en seguir en el proyecto como soporte o irse a su casa firmando antes un contrato de confidencialidad.
Nos llevaron a las afueras de la ciudad. Tras el visto bueno de unos controladores, accedimos a un complejo donde a simple vista podían distinguirse tres grandes naves y otros tantos edificios que supuse eran oficinas y viviendas del personal, daba la impresión que lo pasase en el interior del complejo allí se quedaría.
Nos asignaron la nave Central, después de tomarnos los datos en recepción nos llevaron a una sala, allí conocimos a Aurora, la nueva responsable del equipo. Nuestra nueva jefa. Enseguida tuve claro que era una mujer de acción y pocas palabras. Nos dio un paseo por el recinto, empezó por el comedor, la cafetería, la sala de ocio, equipada con todo tipo de entretenimientos desde ping- pong hasta consolas, billar, dardos, cartas, juegos de mesa,pantallas de televisión repartidas por toda la sala, lo que quisiéramos estaba allí. Recorrimos después por el gimnasio que incluía una piscina climatizada y el pabellón con pistas para practicar cualquier tipo de deporte. De allí pasamos a las zonas específicas de trabajo a las que se accedía a través de una tarjeta que de momento solo tenía la jefa pero nos prometió una por cabeza: laboratorios, sala de ordenadores , control y almacén. Los distintos trabajadores del centro pululaban por estas áreas con la apariencia de estar siempre muy ocupados,no era difícil adivinar por sus uniformes quien se dedicaba al laboratorio, al mantenimiento, a la seguridad o al control. Llegamos a una nave dentro de la propia nave, Aurora nos indicó que ese sería nuestro espacio de trabajo diario a partir de mañana, por hoy ya teníamos suficiente, ahora tocaba instalarnos en nuestras estancias.
Nunca había tenido una habitación así, era amplia y funcional, desde el baño con yacuzzi a la chimenea “postiza” que hacía las funciones de climatizador. También tenía una multitelevisión, una pequeña cocina equipada con todo lo necesario por si te apetecía preparar una comida como en casa, una cama gigante, el escritorio equipado con ordenador, tableta incluso cuadernos de papel con bolígrafos.
El lugar de trabajo consistía en un enorme bloque de tierra virgen, ese gran monolito terroso es lo que tendríamos que transformar en un oasis habitable y autosuficiente. Empezaríamos desde cero, crearíamos el proyecto y después lo desarrollaríamos con la ayuda de los técnicos.
El día siguiente y los posteriores los dedicamos a diseñar un plan, nos pasamos las horas en la sala de ordenadores ideando un plan de trabajo mientras en los laboratorios y gimnasio entrenábamos nuestras capacidades como gusanos. Las horas libres, que no eran demasiadas, las empleábamos en nuestros juegos siguiendo las rutinas aprendidas en el curso. La unión del equipo fue haciéndose más fuerte, ya casi podíamos conocer nuestros pensamientos con sólo mirarnos. Mi relación con Crisálida fue consolidándose, ya no nos escondíamos y muchas noches las pasaba en su habitación o ella en la mía. Hablábamos mucho, a veces nos planteábamos escapar y vivir una vida juntos fuera de allí, era nuestra manera de soñar, ella no se lo tomaba en serio pero yo no lograba sepultar del todo la voz interior que me decía que me fuera.
Llegó el momento de construir nuestro microcosmos, Aurora dio el visto el bueno al proyecto. Estábamos emocionados, ya hacía dos años que habíamos comenzado una nueva forma de vida y llegaba el momento de comprobar si cumpliríamos con las expectativas depositadas en nosotros.
A medida que el proyecto iba tomando forma yo iba cayendo en una especie de angustia. Me pasaba el día soterrado, escarbando en la tierra, haciendo pequeños canales para hacer brotar vida de lo que tan solo hace unos días era un enorme terruño.
No sabíamos lo que estaba pasando en el exterior, todos nuestros terminales, incluidas las televisiones estaban “capados” a las noticias de fuera, vivíamos aislados, encerrados dentro de nuestro mundo endógeno . Una noche sentí el deseo acuciante de salir, me dirigí a la habitación de Crisálida y le conté mis planes para escapar de allí, necesitábamos saber si esta era la vida que queríamos, ella no estaba por la labor, me hizo ver quien era yo antes de ir al curso, que me planteaba como meta existencial y lo que había conseguido en esta nueva etapa. Tenía toda la razón, no era nadie, pero algo me decía que tenía que disipar mis incertidumbres y si no era con ella lo haría solo. Para mi asombro no me costó nada escapar, nadie me puso ningún tipo de obstáculo para abandonar el recinto, eso me produjo mas indecisiones que certezas - igual tampoco era tan necesario dentro del grupo - aún así me alejé del lugar. Vagué por la carretera, llegué a un pueblo cercano, entré en un bar. Las personas no habían cambiado mucho, seguían consumiendo comida rápida mientras dejaban sus miradas vacías divagar por sus teléfonos móviles. Me fijé en la televisión permanecía encendida sin que nadie la prestara atención. Proyectaba imágenes idílicas de paraísos prefabricados. En seguida percibí que era todo falso y estaba a punto de convulsionar sino lo había hecho ya. No me hacía falta ver ni escuchar, mis nuevos sentidos de gusano me lo transmitían directamente a la piel. Y yo podía hacer algo por ellos, pero no era aquí. Eche a correr deshaciendo el camino recorrido. Tenía que volver.
Entrar de nuevo me resultó tan fácil como lo había sido salir, salvo por el reconocimiento facial que me solicitó muy amablemente una máquina en la entrada. Ningún humano en mi camino, sospecho que todos mis pasos habían estado controlados desde el primer momento y sin miedo a equivocarme afirmaría que el resultado de mi escapada se sabía de antemano. Para eso éramos los mejores. Cuando amaneció me incorporé a mi puesto como cada mañana. Estaba absorto en mi papel de gusano, por eso al escuchar mi nombre real por megafonía no reaccioné de inmediato. “ Gaspar debes acudir de inmediato al centro de dirección”. Aurora era una mujer con la templanza que dan los años y la experiencia, seguramente habría tenido que lidiar con un montón de situaciones parecidas a la mía. Se mantuvo de pie en frente mía sin decir nada hasta que llegó el resto del equipo, todos al corriente de lo sucedido, solo había que apreciar su gestualidad que para mi nueva condición de gusano era transparente. No hubo una conversación larga, no hacía falta. Estaba fuera del equipo, no podían permitirse las dudas y mucho menos las huidas. Yo insistí en que no era dudas sino un momento de pánico interno que no pude controlar. Rogué que no me echaran que había visto lo que iba a suceder en el mundo y me iban a necesitar tanto como yo a ellos. Supliqué. Ella ya sabía que esto iba a suceder así y me mantuvo unos minutos en mi angustia. Al final me ofreció salir del edificio por una puerta que no conocía en vez de por la principal. Mientras iba camino de ella escuche su voz “Tendrás que demostrar si quieres seguir siendo Gaspar o Herundíneo” esas mismas palabras que ahora resuenan en mi cabeza. Estoy atrapado en esta red que me esperaba tras la niebla que apareció al abrir la puerta de salida y que me dejó aturdido. Muevo los pies y las manos queriéndome abrir paso como lo haría Gaspar, he vuelto a perder mis nuevos sentidos, el miedo me impide alcanzar mi conciencia de gusano. El aire se hace más denso por momentos por unas luces que no se de donde proceden pero si que me están cegando. Tapó mis ojos con las manos, intento respirar y filtrar el aire que llega a mis pulmones como me enseñaron, pero la ansiedad no me deja, empiezo a tener sensación de ahogo. Miro hacia arriba buscando un hueco por donde escapar pero lo único que me encuentro es la visión de que el techo se va hundiendo hacia mí y amenaza con aplastarme como una cucaracha. No solo es el techo, el suelo y los paredes laterales también van a ayudar a mi aplastamiento. No se si moriré primero ahogado o comprimido. Lo Cierto es que voy a morir como un humano.
Sujeto con pies y manos el techo y los laterales, queda poco para que mis huesos chasquen y mis órganos estallen por la presión.
Hago un último esfuerzo mental, veo mi conciencia dividida en dos como una pantalla de cine en la que se proyectan dos películas a la vez. Las imágenes cesan, se quedan fijas pero parpadeantes, con cada guiño de la pantalla escucho la voz de Aurora “eres Gaspar” “eres Herundíneo” .Visualizo el cursor usando las técnicas aprendidas y pulso la opción de Herundíneo. Aflojo mis músculos y me dejo llevar.
La percepción de mi mismo es diferente, ahora soy , pequeño, flexible, puedo oler, sentir lo minúsculo. Respiro a través de mi piel, mis terminaciones nerviosa me ofrecen un mundo de posibilidades, puedo vivir en este pequeño habitáculo o escapar escogiendo una infinidad de salidas. Noto en cada folículo la seguridad de saber lo que tengo que hacer. Salgo de allí disfrutando del camino.
El equipo me recibe entre aplausos, y Crisálida con un largo y profundo beso, he superado la prueba y eso me hace sentirme orgulloso de mí mismo y de todos y cada uno de los participantes en esta experiencia. Pero sobre todo estoy agradecido por ser uno más de ellos. Aurora nos apremia para volver al trabajo y eso es lo que mas deseo en este momento.
Por la noche nos avisaron que estuviéramos preparados, nos recogerían con la salida del sol. Hacia casi tres años del primer día que entre por la puerta de un edificio cualquiera en una calle cualquiera de la ciudad para empezar está aventura que no sabía donde me iba a llevar y por fin ha llegado nuestro día.
Tres helicópteros de última generación nos esperan en el helipuerto del complejo. En la sala de espera tenemos un emotivo reencuentro con los halcones y los búhos, intercambiamos abrazos y opiniones, todos estamos muy motivados, tendremos el mismo destino aunque distintas labores, sea cual sea nuestra misión la colaboración será inevitable, por eso nuestra despedida tan solo fue un hasta pronto.
A través de la ventanilla del helicóptero puedo ver la desolación que invade el mundo, no sé muy bien qué nos ha pasado pero algo previsible. Llegamos a un espacio especialmente árido, antes de pisar tierra nos colocamos trajes y escafandras con oxígeno incorporado. El helicóptero no puede permanecer mucho tiempo aterrizado por lo que la evacuación es rápida. Corremos hasta unas dunas gigantes siguiendo a un instructor. Ya entre las colinas de arenas entramos en un corredor que nos conduce a una construcción subterránea. Este será nuestro destino.
Después de acomodarnos en nuestras habitaciones, nos reúnen en una sala, allí se encuentra Aurora y el resto de maestros que hemos tenido, es agradable ver caras conocidas. No se andan con rodeos, la situación es apremiante y nos deberíamos poner manos a la obra ya. Básicamente realizaríamos el mismo trabajo para el que se nos había preparado pero llevado a otra dimensión.
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Llevamos más de un año aquí, Hemos ganado terreno a la devastación, haciendo que el paisaje cambie, hoy vamos a celebrar nuestra primera cosecha. Los días han sido duros y no todo fueron éxitos, varias veces tuvimos que empezar de cero pero los resultados empiezan a compensar el trabajo.Todos los habitantes de este cosmos conformamos una gran familia con todo lo que ello conlleva, y pronto se verá aumentada, Crisálida va a alumbrar un par de “gusanitos de seda” y no será la única. Tal vez este será el comienzo de una nueva civilización.
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